lunes, 12 de octubre de 2009

"Los Trapos se Ganan en Combate"

El autor es Silvio Aragón, maestro en Antropología Social por el IDES/IDAES UNSAM en Argentina y la publicación es el resultado de la investigación que realizó en forma de tesis; por lo que el contenido garantiza conocimientos que van más allá del sentido común y superficialidad con que se está acostumbrado a mirar al fútbol.

El Autor afirma que sus orígenes son como hincha del San Lorenzo de Almagro, uno de los equipos más importantes de Argentina y pionero de algunas prácticas que han ocasionado la envidia de las “hinchadas” de otros equipos y la adopción de las mismas en barras de otros países (por ejemplo la instauración de una bandera gigante en forma de “telón” teatral y el cántico típico de: “Olé, olé,olé,olá…”).
Exponen también la necesidad de alejarse, al menos emocionalmente de lo que para él representaba el equipo de San Lorenzo, tan sólo para no desviar la investigación con preconcepciones sentimentales que tenía desde su infancia que hubieran afectado la objetividad de la investigación; no así del espacio territorial del objeto de estudio, la barra brava “Butteler”, ya que fungió como un “hincha” más, sin hacer presente su calidad de investigador, por lo que grabadoras y libretita de notas, tuvieron que dejarse en casa (salvo en pocas ocasiones especiales),pues los miembros de la barra podrían haberse sentido vigilados y provocarian cierta dezconfianza que podria terminar en golpes contra el autor.
Y no es porque que los miembros tengan una naturaleza violenta al ser de clase clase social distinta,más bien, es que a través de prácticas agresivas se dan a conocer ante los demás hinchas, y así definen sus límites territoriales y sociales, simplemente para conformar su ideal de “fascinación y embriaguez”, durante un encuentro de fútbol, mostrando en todo momento el riesgo emocional y físico.

Así también, es prioridad mostrar, que la violencia ha sido mal interpretada a falta de proposiciones originales que han mermado los medios de comunicación masiva y los discursos políticos y religiosos. Es decir, la violencia está fuera del ideal del mundo mejor, a causa del descontrol de las emociones.
Pero para Aragón, el uso de la violencia es más bien para construir lazos sociales, regular las jerarquías dentro del grupo y diferenciarse de los demás aficionados. No es algo accidental o circunstancial, es más bien, planeado y racionalizado.

Se basa en experiencias personales del autor, muestra cómo la violencia es legitimizada no sólo entre hinchas, sino también con la policía. En una experiencia por él relatada, describe cómo la policía aprovecha su autoridad para calmar y anular un conato de bronca por medio de la violencia, y la cualidad con la que un hincha puede enfrentar este tipo de hechos es el “aguante” que define a quienes lo ponen en práctica como machos, verdaderos hombres que arriesgan su corporeidad, redefiniendo así una esfera social gobernada por la masculinidad.
Sin embargo, no aceptar este tipo de abusos, e incluso denunciarlos, significaba una rebaja de categoría social entre los miembros, cualquier tipo de queja sobre el asunto, incluso verbal, se cataloga como entrega, que deviene en feminizar con el adjetivo de “puto” al miembro que no tenga esa resistencia, ese “aguante” de vivir en el juego de fútbol y aceptar sus reglas que se extienden hasta la cárcel.

Otro tipo de trasgresión del “aguante” es el no enfrentamiento “mano a mano”. Silvio Aragón, describe la rivalidad histórica y territorial que sostiene el San Lorenzo de Almagro y Huracán. Y advierte una diferenciación, un antes y un después desde que en un partido en 1997, los de la “Butteler” mataron a un “hincha” de Huracán durante un enfrentamiento. Lo cual ocasionó la huída de 93 miembros de la “Bute” al Brasil dando origen así a una nueva generación de dirigentes de la “banda”.
Este percance provocó el robo de los “trapos” (banderas) de la “Butteler” por parte de los hinchas de Huracán en el 2002, pero no en un combate, sino que a través de un expresidente del club de San Lorenzo, los “quemeros” (aficionados de Huracán) obtuvieron los “trapos”. Lo cual no sólo significó la cobardía “quemera”, sino también la ruptura de un código de honor no escrito que implicó penetrar a escondidas a la ciudad Deportiva del club San Lorenzo de Almagro para no tener que enfrentar “cara a cara” a los de la “banda” de la “Bute”, y que además éstos, no han podido vengarse y esperan la hora de hacerlo.

De allí el título, que se muestra como una inscripción que recuerda los códigos de honor que se manejan en las barras bravas, que dada la condición del autor como un hincha más del San Lorenzo de Almagro, es una expresión de indignación que en lugar de aparecer en un “trapo”, lo hace en un texto etnográfico que bien pudiera representar la onomatopeya[1] de un grito de algún cuervo (hincha de San Lorenzo de Almagro): “¡Los trapos se ganan en combate!”

En algún momento, cité al autor cuando describía un partido de fútbol como una guerra entre el bien y el mal, entre el equipo amado y el odiado, entonces ¿no sería normal y aplicable el dicho: “en el amor y la guerra, todo se vale”?


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[1]Onomatopeya: Palabras creadas a base de algún sonido

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